«Cuando Julia lo encontró, el
muerto todavía estaba vivo. En realidad, solo un poco, lo justo para respirar a
duras penas».
Este es el inicio de la novela La
mala intención, escrita por Chelo Sierra, ganadora del premio de novela corta Ramiro
Pinilla 2022 y publicada por la editorial Talentura.
Desde este comienzo presentimos
que nos vamos a encontrar con la clásica novela negra. Pero no exactamente. Es
cierto que tiene los mimbres necesarios para poder incluirla dentro de esta
categoría. Es decir, hay un asesinato, una pareja de guardias civiles, dignos
de una película, una investigación, un interrogatorio a los presuntos y,
finalmente, un culpable. Aparte de estas condiciones indispensables de la
negrura, la novela es mucho más que eso.
La trama, al contrario que muchas del género, no se desarrolla en un ciudad. En este caso nos trasladamos al
ambiente rural, a un pueblo llamado Ervilla, en algún lugar de Extremadura, entre el Tiétar y el Tajo. Los protagonistas principales son dos
urbanitas recolocados en ese ambiente: un pintor - el Genio, un artista venido a
menos, un personaje excéntrico, seductor y algo manipulador y su pareja, Julia.
El asunto del muerto le da pie a
la autora para desarrollar los verdaderos temas de la novela. Por un lado, la
transformación, el desencanto y el deterioro de la relación de Julia con el
Genio y el reencuentro consigo misma.
«Uno se construye una vida
alrededor de una persona, como quien construye un refugio en la montaña, y luego
se da cuenta de que ha olvidado colocar la puerta de salida».
La crítica del mundo del arte: «los críticos revoloteaban por el estand, se acercaban, se alejaban, torcían la cabeza para un lado y para el otro con esa languidez sepulcral que siempre los acompaña, y anotaban en sus libretas frases grandilocuentes para llenar con ellas sus columnas en la sección de cultura de los suplementos dominicales:
«La imagen se muestra difusa y nítida al mismo tiempo e invitar a reflexionar sobre un oxímoron visual: la precisión de la ambigüedad»
y de los tejemanejes de los marchantes y los galeristas de arte.
Y, por otro lado, la vida de los pueblos, sus
personajes: Cualquier cosa antes que cruzarse con el aluvión de señoras de
uniforme — mallas negras del Lidl, forro polar, tinte de pelo rubio barato,
culo Botero…, sus chismorreos y la mala intención que subyace en sus
relaciones:
«En Ervilla nada pasaba desapercibido:
era como querer esconderse en una tierra de barbecho… enseguida se formó un
corrillo junto a la tienda de Faustino el gordo y entre todos levantaron
testimonios y sospechas igual que si estuvieran levantando uno de los muros de
piedra seca …»
La novela, sin perder el tono
irónico que se desarrolla desde el primer párrafo, es refrescante. Ese
alejamiento de los estereotipos negros actuales es de agradecer.
Chelo cierra con mucha soltura
una trama bien planteada, incluyendo todos los temas sin alejarse de esa
investigación llevada a cabo por la pareja asimétrica de la guardia civil: uno
tapón y otro joven-rubio-fibroso-alto-sonriente. Utiliza el recurso del
realismo mágico para resolver el tema de las relaciones entre el Genio y Julia
con humor e inteligencia.
La prosa es ágil, lúcida, con curiosas frases inacabadas y salpicada de expresiones y palabras extremeñas. Las descripciones
de los personajes y el mundo rural son, muchas veces, hilarantes. Y lo sé por
experiencia porque como Chelo vivo en un pueblo. De hecho, hay un personaje, el
Persi, que es el gemelo de mi vecino Vicente, el intelectual.
Una novela corta divertida, inteligente, imaginativa, muy bien escrita y, por supuesto, merecedora del premio Ramiro Pinilla.
Léanla, que vale la pena.
La mala intención- Chelo Sierra
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