La ficción nos sirve a quienes
escribimos para contar la realidad más difícil.
Esto es lo que ha hecho Esther López Barceló en su primera novela: Cuando
ya no quede nadie.
Una novela de memoria, de
silencios, miedos y secretos que se van arrastrando hasta la tumba. Una novela
de supervivencia narrada por mujeres.
La novela avanza entre el pasado
y el presente. Los capítulos que narran el pasado nos cuentan la vida de Pilar,
madre de Ofelia, de Carmen, la abuela y de aquellos años duros de la guerra y
la posguerra.
En el presente, la protagonista,
Ofelia acaba de recibir la noticia de la muerte de Gabriel, su padre, enfermo
desde hacía unos años y cuya mente estaba ya lejos de la realidad. Junto a él, está
Lucía, amiga de la familia que se ha encargado de su cuidado. En este presente nos
encontramos con la vida de Ofelia, la relación de esta con su hijo Miguel,
portador de otro secreto y la aparición, durante el entierro de Gabriel, de un
personaje que será quien ayude a descubrir la verdad de la familia.
A través de este nuevo personaje,
llamado también Gabriel, Ofelia comenzará a tirar de un hilo que le descubrirá,
para su sorpresa, no solo los secretos de su propia familia, sino también los
terribles acontecimientos de una parte de la historia común. Ese hilo la llevará
a la guerra civil, al bombardeo sufrido en el mercado de su ciudad (Alicante,
aunque nunca aparece nombrada en la novela) por parte de la aviación italiana,
las represiones, los fusilamientos, las huidas de aquellos señalados por los
falangistas y todo lo que las mujeres tuvieron que hacer para sobrevivir. La
llevará también a conocer el proceso de exhumación de los restos de hombres y
mujeres enterrados en fosas comunes, fusilados junto a las tapias de los
cementerios o en solitarias cunetas.
La novela es un homenaje a las
mujeres quienes sin ir a la guerra sufrieron sus consecuencias: hambre, miedo,
soledad y el duelo de la muerte. Ellas fueron quienes guardaron los secretos,
la memoria de los hechos y el silencio de estos. Ellas fueron quienes tuvieron
que trabajar desde una edad temprana para contribuir al mantenimiento y el
cuidado de los que se quedaron en casa. Ellas las que tuvieron que acceder a
matrimonios que resultaron desgraciados: malos tratos siempre escondidos en el
más profundo del hogar. Ellas, quienes no eligieron la vida que tuvieron. Ellas
fueron también quienes sirvieron de enlace a los guerrilleros que lucharon contra
el ejército sublevado.
La muerte y el sentimiento de
orfandad es motivo de reflexión y de creación literaria y Esther maneja ambos
con delicadeza.
La novela es una reflexión
también a la memoria histórica tantos años retrasada y a la necesidad de tratar
con la humanidad debida a quienes siguen desaparecidos, porque cuando ya no
quede nadie, el pasado de muchas personas dejará de existir. Es interesante
detenerse a leer la nota de la autora al final del libro.
Cuando ya no quede nadie
es una novela emotiva y emocionante. La necesidad de mantener viva la memoria
para que no repitamos la historia.
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