Los
que escribimos sabemos que hay premios y premios.
En
el caso de Cárceles de azúcar, (Eolas Ediciones) de Xenia García, el galardón
del 57º premio libro de cuentos Fundación Monteleón, es absolutamente (con la fuerza
que da un adverbio) merecidísimo. Este es el segundo libro de cuentos tras El
trigo que cae.
Iniciamos
la lectura de estas magníficas cárceles con la búsqueda de lo que es un cuento,
o un libro de cuentos, la unidad temática que siempre nos aconsejan a quienes queremos
entrar en ese mundo complejo que es la narración corta. Este libro no es una
sucesión de historias dispares, un cajón de sastre en el que todo cabe porque al
final acaba convertido en un puzzle donde todas las piezas y los protagonistas van
encajando de una manera aparentemente fácil.
Todos
los relatos nos cuestionan, las preguntas se suceden, nos interrogan los protagonistas
sobre asuntos que pueden llegar a ser pantanosos. ¿Por qué nos comportamos de
una manera o de otra? ¿Por qué cargamos con unas etiquetas que nos suponen una
cárcel? “A las mujeres nos adiestran en la obediencia y en la competición
entre nosotras bajo la coartada de la mejora personal: la piel más tersa, el
cabello más brillante, el cuerpo más elástico, la mejor madre, la mejor esposa.
Esto es lo que se dice la protagonista del cuento Mejores amigas.
¿Qué
es ser feminista? Este interrogante sobrevuela varios de los relatos, tanto sobre
la condición de ser mujer y el papel que nos han asignado durante años como al
modo de romper esa jaula impuesta. ¿Puede una feminista llevar tacones? ¿Es
esta nueva femineidad otra manera de esclavitud? Esto es, más o menos, lo que se
pregunta la protagonista del relato “Hay veces que sí”.
Sobre
estas cuestiones gravita nuestra incertidumbre y nuestro desconcierto. Esta
circunstancia también es aplicable a las escritoras. ” Soy feminista y odio
las tareas domésticas. Todo lo que no deja huella es femenino… Esta noche no puedo
ir a la presentación porque tengo que dedicarme a una de esas tareas que no
deja huella. Tengo que poner una lavadora”.
Esta
condición de mujer y escritora, este cuestionamiento de la identidad queda de
manifiesto en el último relato Cárceles de azúcar: Me propongo escribir un
cuento sin que se note que soy mujer. ¿Qué es la escritura femenina? El
escritor hombre no se interroga a sí mismo en busca de su identidad ni aborda
temas cotidianos porque cuando mira a su alrededor, ve primero otras esferas
antes que la doméstica. ¿Es posible ser mujer con una voz interior masculina? Es
esa voz interior que llevamos adherida a los genes, por lo visto, la que nos examina
sin descanso. La vida le arrebata el pelo a los hombres y la humedad a las
mujeres.
La
vida es una constante desgarradura. Llega la madurez: La tristeza de la mujer
madura es una tristeza deshidratada y amarillenta. Llega la vejez, la
desmemoria, el retorno a la niñez y el humor ácido como arma. Y siento que
envejecer sea esto: ir recogiendo todos tus trocitos por aquí y por allí cuando
amenaza el crepúsculo, ponerlos todos juntos y bien colocados junto a tu
almohada …que luego recompondrás cuidadosamente cuando llegue la noche, hasta
que no haya mucho más que recomponer ni retener nada.
En
unos relatos Xenia dejan entrever las injusticias de la vida. En otros, se
manifiesta con claridad la crueldad del ser humano, capaz de disfrutar con los
más bajos instintos. Los relatos no están exentos de crítica social. Para los
hombres: el comportamiento tóxico o violento como se aprecia en el relato
Converse, con tres personajes desorientados, llenos de miedo.
Hay
pocos temas que se escapen a la mirada incisiva de Xenia García. En relatos como
Laocoonte y Si elegimos ciencias y mediante pequeños detalles, como una figura
de un Caballo de Troya que parece desplazarse por los lugares más insospechados
de la casa y que nos recuerda el pasado, desmenuza las relaciones personales y
la fragilidad del amor y el divorcio. “Basta mirar de cerca las miserias de
cualquier pareja para darse cuenta de que estamos llenos de miedos y obsesiones
y de Caballos de Troya.” Y de que, a
pesar de la angustia o gracias a ella, somos capaces de despeinar a la
felicidad con nuestras pequeñas batallas”.
Hay
cuatro relatos: Caída libre I/II/III y IV, identificados según las estaciones
donde estalla la culpa, el fingimiento, las preguntas relacionadas con la
muerte y la vida y el papel que Dios tiene en ambas situaciones. Cuatro relatos
descarnados sobre la memoria, la dificultad de ciertas relaciones familiares: “todos
hemos querido beber de las manos de la persona amada”; los secretos o la
locura. “Todos hemos hecho un agujero en un sillón, en un calcetín, en una
pared encalada, para evitar agujerearnos a nosotros mismos. Es así de sencillo.”
Siempre
hemos escuchado esa sentencia de Un hombre como Dios manda. Pero ¿Qué es la masculinidad?,
¿cómo es ese hombre? Es un hombre que se repite con cierta frecuencia: No
soy machista, un hombre que ha tomado conciencia de que “ser hombre tiene
muy poco que ver con el pene y mucho con el teatro”. Un hombre que tiene
que reconstruirse de nuevo, escapar de su propia cárcel y de la esclavitud que
supone el estereotipo imperante.
Kudryavka
es uno de los relatos que más me ha gustado. “Tengo doce años. Soy fea. Da
igual lo que otros digan sobre mi físico. No me importa. Sé que soy fea”. Esta
niña es uno de los personajes más sorprendentes de todo el libro. Sobre ella
cae toda la pobreza, la infelicidad, la soledad, “hay veces que me pongo el
vestido del revés para que me vean. Resulta igual de divertido que fingir ser
otra persona” y la violencia oculta. “Don Pedro ha dejado de escucharme
y ahora está pegado a mí”. Sobre ella cae también toda la confusión que
arrastramos desde la niñez.
“Escribir
es, sobre todo, recordar”
Estos
relatos están escritos con la naturalidad que exige la desnudez. Es un libro íntimo,
duro algunas veces, como la vida misma. Es un libro hermoso, como la vida
misma. Un libro que indaga en las profundidades del ser humano, escrito con delicadeza
por tratar temas espinosos: la femineidad, la masculinidad, el bien y el mal,
el amor, la locura, la identidad, o la ficción y la realidad.
Un libro muy recomendable. Una escritora con una sensibilidad especial.
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