El horizonte quimérico
MARTIN LLADE
Fundación Scherzo, 2022
347 pags.
UN DELIRIO MUSICAL
Por Elena Casero
El horizonte quimérico, el nuevo libro de Martín Llade, consta de sesenta
relatos sobre compositores y música en los que aúna su imaginación desbordante
y su gran conocimiento sobre los protagonistas, sus vidas y sus composiciones.
Los oyentes asiduos de Sinfonía de la mañana conocemos bien su capacidad
de fabulación que, mezclada con la realidad, le sirve para introducirnos en el increíble
mundo de la música. Ya nos avisa el autor al inicio del libro de que las
historias en él contenidas han de ser tomadas como lo que son: fugaces visiones,
distinguidas a golpe de vista, en el horizonte quimérico.
La concepción de los relatos se basaría en la hipótesis de qué hubiera
sucedido si. A partir de esta suposición, Martín Llade nos adentra en mundos
paralelos de la vida de los autores a los que hace referencia. Hay historias de
venganza, de identidades falsas, de andanzas bien extrañas o de personalidades
inexistentes. Pero no todo es invención, ni fabulación porque estos relatos tan
bien tejidos toman fragmentos y personas reales para unir la verdad con lo
imaginado y provocar la curiosidad, la sonrisa o la sorpresa del lector.
¿Por qué, por ejemplo, habla de la tercera mano de Sergei Rajmáninov? Por
supuesto, no la tenía. Pero es la excusa para darnos a conocer la amplitud de
la mano del compositor que era capaz de abarcar una treceava en el teclado, es
decir, 30 cm y la dificultad para algunos pianistas al enfrentarse con sus
composiciones.
Martín LLade juega con la ironía, el absurdo, lo inverosímil o el
realismo mágico, con los disparates posibles imaginables y con finales
sorprendentes en la mayoría de los casos. Relatos que sirven para transmitir
emociones, igual que la música.
«El horizonte quimérico, en el que todo hacía posible la nada más
absoluta, y de su fusión resultaba la única armonía de lo verdadero»
¿Puede ser más verosímil que Erik Satie descubra el Aleph dentro de uno
de sus pianos antes de que lo hiciera Borges?
¿Es disparatado que Haydn tuviera la capacidad de salir de su cuerpo? ¿Que
fuera el inventor de la teletransportación y sus viajes astrales le sirvieran
para componer sus sinfonías?
¿Imaginan a Enrique Granados de espía del MI6 bajo el nombre de Henry
Grant? ¿0 que Leos Janácek fue un tipo que apareció de repente en un bosque de
Baviera materializado por un relámpago?
La agilidad de la escritura, la espontaneidad a la que nos tiene
acostumbrados y la mezcla de sus expresiones coloquiales con las musicales
hacen de todas estas historias un deleite para el lector. Es inevitable sonreír
ante la idea que de Johann Strauss hijo dedicara su segunda composición a su
padre: el Vals «Ahí te pudras»
En esta reconstrucción de la realidad, Martín Llade nos invita a imaginar
que Stravinsky crea un grupo musical pop para competir con los Beatles al que
bautizó como los Burning Birds. O la posibilidad de que Beethoven recobrara el
oído y se percatara de que la música sonaba perfecta dentro de su cabeza más
que escuchada desde el exterior.
Cada relato es independiente del resto aunque siempre se mantiene una
unidad argumental: la música. Porque, incluso dentro del humor y del absurdo de
la historia, siempre se trasluce la admiración y el respeto por el compositor y
su obra. Uno de los relatos más emotivos es José Luis in Heaven dedicado
al maestro Pérez de Arteaga lleno de respeto y cariño, porque dónde podría
estar mejor que en un cielo acompañado por los músicos a quienes tanto admiró.
El penúltimo relato está dedicado a Nadia Boulanger. Maestra de
compositores y músicos, cuyo corazón quedó detenido tras la muerte de su
hermana, la gran Lili Boulanger.
El horizonte quimérico no es un libro solo para melómanos. Tampoco
es un libro ocurrente. Es un libro para curiosos, para amantes de la música y
del asombro, de la literatura y del humor. Un libro para disfrutar.
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