A cualquier persona, como yo, que viva en un pueblo pequeño las muchas historias que ocurren en Villamansar le sonarán.
Algunas veces se tiene la idea, bastante equivocada, de que en estos pueblos nunca pasa nada, que todo es apacible y bucólico. En esta novela, Dominique Vernay hace un retrato bastante fiable de la realidad. Si quieren, por aquello de que es ficción, uno puede exagerar un poco, pero no tanto.
«Villamansar era un pueblo como muchos otros. Una vez cruzado, nadie lo recordaba». Un pueblo en el que las historias, los secretos, las venganzas y los odios enquistados están enterrados, o escondidos en los desagües, como bien demuestra el tesoro que mantiene Indalecio. Secretos que solo se cuentan entre susurros, cotilleos o sueños hasta que llega un día en el que empiezan a abrirse las ventanas y salen a la luz del día. Y ese momento ocurre con la llegada de un forastero, Álvaro, un joven procedente de la capital que tiene la pretensión de recuperar un valioso cuadro que dice perteneció a su familia. A partir de entonces, las vidas de Violeta, Bernarda, Antonio, Ramón, el inglés y la Puri darán un vuelco. En algunos casos, un vuelco irremediable.
Dominique Vernay ha escrito una historia rural que se mueve entre la intriga, la novela negra y el humor (un poco negro, también) que nos lleva a una lectura muy amena, original y que te mantiene en vilo hasta su desenlace entre las calles y los habitantes de este pueblo, Villamansar donde, como en cualquier otro, parece que nunca pasa nada, excepto cosas muy raras como lluvia de ranas, o el nacimiento de unas calabazas con forma de Niño Jesús.
Una lectura muy recomendable para conocer los entresijos de la sociedad rural, de las relaciones entre sus habitantes y los vaivenes de la vida.
VILLAMANSAR- Editorial Talentura
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