Hay libros de los que no se sale igual
que se entró. Otros, en cambio, parece que no dejan huella alguna en el recuerdo,
ni siquiera cuando se releen.
La playa y el tiempo, de Ernesto Calabuig cumple la
primera condición. Nada más empezar la lectura del primer relato, el que da título
al libro, ya se sabe que no es un libro corriente.
«Escribir es un atrevimiento, como
quedarse desnuda en una playa»
En este conjunto de relatos hay un
fondo de autobiografía, de viajes, de gustos musicales — Cohen, la guitarra —
de ciudades y paisajes — las playas de Levante, Berlín, el norte de Alemania —
y la añoranza del tiempo. «Ese canalla llamado tiempo»
Ernesto
se vale de su preparación filosófica para hacer reflexionar a sus personajes, o
a él mismo, sobre la temporalidad de nuestros actos. Porque es el tiempo el que
marca todo el sentido de los relatos, el sentido de la vida. Cómo él cambia nuestra
perspectiva, cómo nos hace sentirnos indefensos.
«Somos
una frágil pieza de maqueta. Somos un instantáneo y quebradizo decorado»
Se
puede ver la vida desde otro plano: desde el sueño, desde la imaginación de una
conversación entre desconocidos, desde el vuelo de una gaviota herida, desde lo
que pudo ser y no fue, desde el paseo de una soprano en bicicleta. Desde todos
esos distintos puntos de vista nos invita a pensar sin que nos demos cuenta con
un lenguaje sutil, en apariencia sencillo, sin metáforas contundentes que te obligan
a releer dos veces el mismo párrafo. Así, la filosofía se cuela en los
relatos, incluso en forma de apariciones de Heráclito y Parménides en Cullera.
«Pero
hay algo curioso, no fue como si ellos, los dos filósofos me hablaran, sino
que, más bien nos entendíamos sin palabras, me entregaban de golpe una
intuición una esfera fresca de sentido que depositaron en mis manos: venían a
mostrarme que todo se movía sin descanso y a una velocidad que nos supera pero
que al final todo coincidía en lo mismo y estaba hecho de una materia compartida»
No hay
en todos los relatos una trama, es como si fuera un pequeño discurso, una reflexión. En uno de ellos encontramos una pequeña crítica,
con mucho humor, sobre la escritura de relatos.
«Piensa
también en cómo han proliferado los cuentos, digamos made in China, …
demasiados cuentos iguales, fabricados en cadena, cuentos clónicos, cuentos
transgénicos, cuentos como medicamentos genéricos, cuentos —oferta de
supermercado, cuentos marca blanca, … cuentos de españoles que han digeridos
mal a Salinger, a Shepard, a Carver … la burda imitación, la falta de vida, la
voz anodina e impostada. O, lo que es peor: la ausencia de voz propia.»
Esa
voz propia es la que manifiesta Ernesto Calabuig en todo el libro.
«Pero, a la
vez — matiza, cuando logras escribir un buen poema, una buena novela o una
buena canción, entonces has conseguido poner en pie un pequeño orden, un
universo propio que tiene sentido para ti y tal vez para quienes vayan a leerte
o a escucharte. «Escribir, sabes, no es como estar ante un lujoso buffet donde
te sientas y eliges esto o lo otro. Más
bien lo que ocurre es que partimos de tener poco o nada, y rebuscamos por los
bolsillos, arañamos a ver si aún nos queda algo, una idea, una historia que
contar»
Un libro que debería llegar a las manos de mucha más gente. Un libro que no estará en los estantes donde se colocan las grandes editoriales, aunque supere con creces en calidad a muchos de ellos.
Muchas gracias por esta lectura maravillosa que haces de mi libro. Abrazo muy grande
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