Este nuevo libro de Carlos Manzano contiene 21 relatos. Algunos de ellos, por su extensión, podrían ser considerados microrrelatos.
Carlos Manzano es un narrador experto y sabe cómo manejar sus textos. En la mayoría te va introduciendo en la historia dando un pequeño rodeo hasta llegar el meollo de ella. Los personajes son hombres en su mayoría. Las mujeres forman parte de ese mundo secundario pero necesario para redondear la historia. Hay un nexo entre todos ellos, un viaje al interior de cada uno de los protagonistas. Hay historias que incomodan porque Carlos ahonda en la conciencia de los personajes. Cualquiera de ellos podríamos ser uno de nosotros. Ahonda en esa parte oculta que permanece siempre en la sombra hasta que un acontecimiento hace saltar ese resorte.
“En un instante la vida entera
se nos puede caer de entre las manos”
Entonces, cuando eso sucede, nos
encontramos con personajes rencorosos, mediocres, miedosos o vengativos, cuyo
subconsciente los traiciona en algún momento.
El lenguaje de Carlos Manzano es
siempre cuidado, sobrio. No hay florituras innecesarias que te hagan perder el
hilo de la historia.
“Gol en Balaídos
Encontré el viejo transistor del abuelo en uno de los cajones de la librería. Aunque en aquel entonces yo todavía era muy pequeño, me acuerdo perfectamente de cómo aquel hombre, sentado en su vieja mecedora de enea, pasaba las tardes de los domingos con el aparato pegado a la oreja atento a las incidencias de la jornada de fútbol. «Ya está el abuelo enganchado a Gol en Balaídos», decía mi hermano, socarrón, subrayando la vertiente cómica que para nosotros tenía aquella situación. A mí, sin embargo, me daba algo de pena: sentía que, en el ocaso de su vida, su existencia había quedado reducida a eso, a los alaridos extravagantes de un locutor más forofo que profesional y al rito machacón y fastidios del minuto y resultado, donde se daba cuenta de los goles registrados hasta ese momento.
Después de tantos años, imaginaba
que el viejo aparato no tendría pilas y ni siquiera funcionaría. Pero, para mi
sorpresa, fue mover la ruleta hacia la posición marcada como on y surgir
de inmediato por su pequeño altavoz el grito desaforado del locutor celebrando
entusiasmado un gol del Athletic de Bilbao, el preferido de mi abuelo. Aunque
lo realmente inaudito del caso fue que estamos a lunes, que eran las 13:15 del mediodía
y que el autor del gol había sido Zuluaga, un jugador que se retiró en 1982 y
que ni siquiera había acabado sus días en el Athletic, sino en el Recreativo de
Huelva»
Siempre, en todos los libros de
relatos, hay unos que nos llegan más que otros o que preferimos por el motivo
que sea. De todos ellos, yo quiero destacar: “En un instante” “La madre de
Hernández” “Fabricado a mano” “Las tetas de Gloria” “El dulce sabor de la
venganza” o “La confesión”, aunque lo cierto es que todos ellos resultan
sugestivos, dignos de ser leídos con la tranquilidad que merece una escritura
cuidada y precisa como la de Carlos Manzano.
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