miércoles, 29 de marzo de 2017

UN VIAJE SOLO PARA HOMBRES - Raúl Ariza

Dos personajes. Dos hombres que huyen. Un niño. Y un autor que cuenta la historia de alguien que, a su vez, cuenta la historia de alguien. Parece complicado, pero no lo es.
Jorge Canal escribe la historia de Santiago Albiol. Y Raúl la de Jorge Canal.

En la primera página se demuestra ya la intención del autor. No hay trampas. Vamos a entrar de lleno en el asesinato de una mujer, María Luisa Mur, presuntamente cometido por su marido, Santiago Albiol.

El libro está estructurado de dos formas distintas. Los capítulos corresponden a la novela que Jorge Canal intentó escribir. A pie de página de cada uno de estos capítulos, las notas que éste fue tomando. El desarrollo de sus conversaciones con Santiago Albiol, sus propias reflexiones sobre los hechos y su estado de ánimo.

Los que se marcan mediante fechas corresponden a la vida de Jorge Canal según la visión de su amigo, el autor, según Raúl. Las visitas al psicólogo. Su relación con las mujeres, con su familia, su soledad. Su narcisismo.
Subrayo palabras en la primera página, el primer día de viaje de Santi, tras asesinar a su esposa. Frío, silencio, gélida zarpa. El ambiente que rodea al asesino.
A través de estos dos personajes nos iremos adentrando en la novela cada vez con más intriga, dulcemente, sin casi darnos cuenta. Sin poder dejar de leer. Atrapados en la tela de araña de una historia cuyo desenlace ya conocemos.

En la novela hay dos estilos distintos. Los capítulos escritos por Jorge Canal correspondientes a la huida de Santi con su pequeño de cinco años son, me atrevería a decir, el estilo Ariza. El que nos tiene acostumbrados a través de sus libros de relatos. El de un narrador efectivo, efectista, de un abrumador manejo del lenguaje. De la sutileza, de la descripción. De saber llevarnos a través de los tiempos sin dejar caer la lectura en ningún momento.

En esta narración tan sutil y, tal como le sucede a Jorge, no conseguimos odiar al asesino de una mujer y acaba casi convenciéndonos de su inocencia, de su debilidad, de su inmenso amor por ella. Y, de que, quién sabe, hasta ella se lo merecía.

En la otra parte de la narración, Raúl habla de su amigo Jorge Canal y lo hace sin concesión alguna a su carácter ni a su amistad. Y es una narración más seca, desapegada.
Hay una referencia curiosa: en feliz competición con Raúl, su amigo del alma, un tipo con la misma soberbia de escritor que la suya.  (Sonrío)
Desde mi punto de vista, Jorge Canal es el verdadero maltratador de esta doble historia. Su compartimiento hacia las mujeres, su forma de mirarlas, de atraerlas y repelerlas al mismo tiempo. El resultado probable de una terrible herencia todavía muy arraigada.
“el suyo es un comportamiento imposible de ser defendido. Lo sabe. Un comportamiento que habla del mito del sultán, de esa atávica querencia masculina por poseer rebaños”

La novela está llena de matices femeninos, de miradas femeninas.
También llena de referencias a la literatura y al cine, dos de las pasiones de Raúl Ariza.

En la portada hay un niño. El hijo de Santi Albiol, la víctima inocente que se pliega a los deseos de un padre con un extraño comportamiento. Un niño maduro, sensato cuyo destino se nos escapa.

El caso es que Raúl Ariza ha dado el salto a la novela desde el relato con la calidad y la maestría que le caracteriza. Una transición que no es fácil de hacer. El relato tiene sus características propias, distintas, como todo el mundo sabe, de la novela y a Raúl Ariza no parece que le haya resultado complicado. Algo sin ninguna duda muy envidiable.

Yo, que conozco a Raúl, me admiro de su capacidad de escribir, de su manejo del verbo,  de su lenguaje poderoso ya demostrado en sus anteriores libros de relatos: Elefantiasis, La suave piel de la anaconda y Glóbulos Versos. 

Y, por si no ha quedado bastante claro, por si he sido imprecisa, o demasiado formal o rígida, añadir que es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. 



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