miércoles, 22 de marzo de 2017

PRODUCTO INTERIOR MUY BRUTO - David Vivancos

PRODUCTO INTERIOR MUY BRUTO – David Vivancos


Este no es el primer libro de David Vivancos. Nos encontramos con un autor con su trayectoria propia y su estilo particular como viene demostrando desde el principio.
En este libro ha dividido las historias en dos partes: Producto interior y Muy bruto, cada una de ellas con cincuenta y un micros.
Ambos títulos ya nos anticipan algo de lo que vamos a poder leer. David no se anda por las ramas y utiliza el sentido del humor, negro, macabro y, en la última parte, como su nombre indica, muy bruto. Hay en los textos sarcasmo, surrealismo y mala leche. Todo ello muy bien dosificado para hacer que la lectura te obligue a seguir adelante sin perder la sonrisa, sin dejar de buscar la punta de ese iceberg famoso de los microrrelatos. 

La eterna discusión

Los gusanos que se alimentaron de la masa encefálica de Don Jacinto Benavente presumen de un alto cociente intelectual.
Los que lo hicieron de la pierna izquierda de Kubala menosprecian a los primeros y sostienen que sólo ellos, y no los gusanos sabios, podrán llenar un estadio de espectadores dispuestos a pagar una entrada por verlol.s
Los gusanos que disfrutaron de las carnes de La Bella Dorita callan al escuchar a los unos y a los otros. Se limitan a relamerse a y sonreír.

Como se indica en la contraportada, todo escritor echa mano, consciente o inconscientemente, de ese interior bruto que todos llevamos dentro. El resultado depende de la maestría del autor. Como es el caso de David Vivancos. La política y los políticos, los abuelos, los padres y los vecinos. Todos son susceptibles de ser utilizados para construir un micro solvente. Los niños no se libran de este concepto muy bruto. Los protagonistas de sus micros son un poco monstruos.

El coche teledirigido

El coche teledirigido esquivó el buzón de Correos y se perdió por la puerta del aparcamiento, rampa abajo, y el niño se adentró en la oscuridad, corriendo tras él. No salió y nunca llegamos a encontrarlo. Y hoy, treinta y pico años después, lo he reconocido, en el parque, porque todavía lo lleva en la mano. El coche. Rojo, con un cinco negro pintado en la puerta del conductor y en la del copiloto. Y el mando remoto e la otra. Va despeinado y mal afeitado y la ropa le viene, lógicamente, pequeña. Y he hecho como si no supiera quién es, como si la cosa no fuera conmigo, y le he seguido dando de comer a las palomas, no vaya a echarme en cara que lo perdiera, tantos años tras, aquel domingo por la mañana. 

Dos ejemplos, apenas dos pinceladas para adivinar lo que podemos encontrar entre las páginas de PRODUCTO INTERIOR MUY BRUTO.
Sonrisas, sorpresas y muchos de nuestros propios fantasmas.








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