Existe la teoría de Murphy, el famoso Murphy y la teoría
Rebollar. En ella se mezclan el caos, el orden, la tostada famosa y el gato.
Si pensábamos que Murphy no existió, no es verdad. Existió
y, según él, todo lo que puede suceder, sucede. Eso está perfecto hasta que
llega Rebollar y lo mata. Literalmente. A través de los microrrelatos. De
entrada, sin andarse con rodeos.
El orden de las cosas
Alguien tendría que ir alguna vez a por él. Era previsible. Demasiados
años burlándose de todo el mundo, demasiadas ocasiones arruinando momentos
mágicos, demasiada soberbia para no reconocer que ya era suficiente. Incluso
había publicado un libro donde se recogía gran parte de sus ordenanzas, todas
ellas basadas en la realidad y, desgraciadamente, todas ellas certeras Así que allí
estaba, delante del domicilio buscado, pistola en mano, dispuesto a arrancarle
la vida de una vez por todas. Abrió la perta con violencia y, ante sus ojos,
vio a un anciano escribiendo notas en una vieja máquina de escribir. No le
tembló el pulso y el disparo le acertó de lleno entre los ojos. Mientras el
viejo Murphy moría, su asesino no llegaba a comprender la gravedad de haber
desordenado el caos.
Y aquí entra de lleno la teoría
Rebollar. Divide el libro en tres partes.
Tostadas. Gatos.
Tostadas y gatos. Y finaliza con La vida sin Murphy
Y los microrrelatos nos van
llevando al orden del desorden, o al revés.
Inmadurez
El bloque de hielo está harto de moverse lentamente y en grupo. No le
gusta su estado sólido. Quiere ser agua cuanto antes para fluir libre por el
mundo. Su impaciencia le lleva a aceptar la propuesta de un mechero bunsen
clandestino que promete llevarle exactamente a su punto de fusión. Pero algo sale mal. El paso de 0 a 100 es
repentino y llega rápidamente al punto de ebullición. Mientras asciende en
estado gaseoso intenta recordar lo sucedido para que, en cuanto se condense,
permita que las cosas sigan su estado natural.
Sin Murphy la vida no es la misma,
ni la de los batracios, ni la de los vampiros, ni la de las relaciones humanas,
ni la de uno mismo.
La segundona
Siempre le sucedía lo mismo. Por más que intentaba anticiparse al
movimiento de su rival, esta siempre era la primera en hacerlo, provocando, tal
y como quedaba perfectamente reflejado en el reglamento, que tuviera que hacer
los mismos gestos y aspavientos que la ganadora. Ella soñaba que algún día
vencería. Pobre ilusa, viviendo a ese lado del espejo, la medalla de planta era
todo lo que podía conseguir.
Un superhéroe no es igual en este
caótico orden. Ni un asesino, ni las morcillas ni, por supuesto, las moscas. Y
qué decir de los protagonistas de los cuentos o de las leyendas más famosas.
Entre todo este caos de gatos,
tostadas, vueltas de la vida, la teoría Rebollar nos hace sonreír por su
originalidad, por su buena escritura, por su sentido del humor, mucho más que
la de Murphy, dónde va a parar.
El señor Murphy era un hombre
serio, hasta calvo, lo imagino yo. ¡Ah¡que ese es Rebollar. Bien, da lo mismo.
Me gusta mucho más el universo que nos propone Manuel. Su caos desordenado es
mucho mejor.
Así pues, los muy aficionados a
leer y escribir microrrelatos, léanlo.
Y, por supuesto, no se pierdan la
brillante introducción de Manu Espada y las magníficas ilustraciones de Ina
Hristova.
La vida sin Murphy- Enkuadres Ediciones
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