Tango sin memoria de Elena Casero
En esta su primera novela, que fue publicada por primera vez en 1996 y ahora reedita Talentura, Elena Casero aborda el tema de la soledad, el desamor, la pasión soterrada, y el recuerdo del tiempo pasado. Es una novela a dos voces, la intemporal y la personal, que es la expresión del pensamiento de Gracia mediante sus cartas; cartas que nunca enviará al correo y de las que no espera respuesta.
La protagonista es Graciela/Gracia, mujer de mediana edad, que afronta ya su madurez otoñal al tiempo que recuerda la primavera y el verano de su vida, pasados en otra tierra, en la lejana América. Huyendo de una vida que no la satisfacía, de un amor que no era amor sino solo deseo, viene a enterrarse en otra vida insulsa y demencial, rutinaria y constreñida, una vida sin amor, sin deseo, sin pasión, y con el único consuelo de la religión y las glorias patrias. Una tierra distinta y distante, unas gentes anodinas y desgraciadas.
Muy mal debía sentirse Graciela, al no sentirse correspondida en su amor, para tomar la decisión de cruzar el océano y venir a España, abandonando todo y dejando atrás costumbres, amor, amistades,….en una época en la que no se vivía, sino que se sobrevivía. Una época de misa, (para las mujeres) toros y futbol (para los hombres). Incluso desea cambiar de nombre para borrar toda ligazón con ese pasado que no quiere continuar. Sabemos de ese amor por las cartas que, a partir de un olor descubierto un día, Gracia (nombre que ha elegido al instalarse en su nuevo hogar) comienza a escribir, refugiada en su habitación, evitando las miradas de Julia, guardando una tras otra sin enviarlas. No sabemos si realmente hay alguien para recibirlas o ha sido todo ficción. Lo cierto es que ella se dirige a un Luis/ Lucho, (también usa el doble nombre, a veces el argentino, a veces el español) al que cuenta cómo se siente y cómo se sentía cuando estaba junto a él.
Por otra parte, Gracia tiene una peculiar relación con las personas que la acogen en España: un primo lejano, Julio, y su esposa, Julia. Una pareja sin hijos, monjil, ambos Julios la miran y tratan con distanciamiento, con extrañeza, con deseo refrenado o con celos también disimulados, pero siempre marcando las distancias. En realidad la tratan casi con la misma distancia que se tratan entre ellos. Porque ambos, Julio y Julia son como dos desconocidos que conviven bajo el mismo techo.
Sin embargo, Gracia crea una cierta relación con el cura, Don Gabriel, que le escucha sus confesiones, que, a falta de otra cosa, cubren la necesidad de contar su vida, deseos e íntimas pulsiones. Gracia lleva una doble vida, como su doble nombre: una física, tangible, anodina y triste; otra mental, libre, en la que deja volar alma, imaginación, deseos y recuerdos. ¿Cuál de las dos es ella? Da la impresión de que las dos. Los años fingiendo el papel de virgen y casta le pasan factura. Finalmente ya todo le da igual. Incluso ese amor de su vida, abandonado en tierra americana.
El tono de la narración es amargo, y desprende un aroma a tristeza, a soledad, al tiempo que un manifiesto deseo de amor, aun sabiendo que es imposible. Aún no vemos aquí ese humor que puebla las siguientes narraciones de la autora. Es un texto mucho más crudo, dramático y desolador. Finalmente hay un amago de esperanza en el cambio de actitud tanto de Julia como de Gracia, que han de convivir lo que les queda de vida.
La protagonista es Graciela/Gracia, mujer de mediana edad, que afronta ya su madurez otoñal al tiempo que recuerda la primavera y el verano de su vida, pasados en otra tierra, en la lejana América. Huyendo de una vida que no la satisfacía, de un amor que no era amor sino solo deseo, viene a enterrarse en otra vida insulsa y demencial, rutinaria y constreñida, una vida sin amor, sin deseo, sin pasión, y con el único consuelo de la religión y las glorias patrias. Una tierra distinta y distante, unas gentes anodinas y desgraciadas.
Muy mal debía sentirse Graciela, al no sentirse correspondida en su amor, para tomar la decisión de cruzar el océano y venir a España, abandonando todo y dejando atrás costumbres, amor, amistades,….en una época en la que no se vivía, sino que se sobrevivía. Una época de misa, (para las mujeres) toros y futbol (para los hombres). Incluso desea cambiar de nombre para borrar toda ligazón con ese pasado que no quiere continuar. Sabemos de ese amor por las cartas que, a partir de un olor descubierto un día, Gracia (nombre que ha elegido al instalarse en su nuevo hogar) comienza a escribir, refugiada en su habitación, evitando las miradas de Julia, guardando una tras otra sin enviarlas. No sabemos si realmente hay alguien para recibirlas o ha sido todo ficción. Lo cierto es que ella se dirige a un Luis/ Lucho, (también usa el doble nombre, a veces el argentino, a veces el español) al que cuenta cómo se siente y cómo se sentía cuando estaba junto a él.
Por otra parte, Gracia tiene una peculiar relación con las personas que la acogen en España: un primo lejano, Julio, y su esposa, Julia. Una pareja sin hijos, monjil, ambos Julios la miran y tratan con distanciamiento, con extrañeza, con deseo refrenado o con celos también disimulados, pero siempre marcando las distancias. En realidad la tratan casi con la misma distancia que se tratan entre ellos. Porque ambos, Julio y Julia son como dos desconocidos que conviven bajo el mismo techo.
Sin embargo, Gracia crea una cierta relación con el cura, Don Gabriel, que le escucha sus confesiones, que, a falta de otra cosa, cubren la necesidad de contar su vida, deseos e íntimas pulsiones. Gracia lleva una doble vida, como su doble nombre: una física, tangible, anodina y triste; otra mental, libre, en la que deja volar alma, imaginación, deseos y recuerdos. ¿Cuál de las dos es ella? Da la impresión de que las dos. Los años fingiendo el papel de virgen y casta le pasan factura. Finalmente ya todo le da igual. Incluso ese amor de su vida, abandonado en tierra americana.
El tono de la narración es amargo, y desprende un aroma a tristeza, a soledad, al tiempo que un manifiesto deseo de amor, aun sabiendo que es imposible. Aún no vemos aquí ese humor que puebla las siguientes narraciones de la autora. Es un texto mucho más crudo, dramático y desolador. Finalmente hay un amago de esperanza en el cambio de actitud tanto de Julia como de Gracia, que han de convivir lo que les queda de vida.
Una buena reseña la que hacen de tu novela, Elena y muy completa.
ResponderEliminarBesitos