El holandés,
de Elisa Ferrer es una de esas historias que de tan reales parecen inverosímiles
y no lo son.
El holandés narra la aventura y
desventura de Rafael Pons a través de Alba, una treintañera que conoce la
historia por los comentarios, habladurías y detalles que se cuentan en su
pueblo. Este hombre, Rafael, es el protagonista de una de las mayores estafas inmobiliarias
que sucedieron en Benidorm en los años 90.
Benidorm, aquel pueblo pesquero y agrícola que se convirtió como una visión de futuro espléndido de manos de su alcalde, Pedro Zaragoza, es el lugar donde transcurre parte de la trama.
Benidorm como paradigma de especulación urbanística, chanchullos y negocios
turbios. Aquí Rafael, que se encuentra a sus anchas, empieza con el negocio de un
bar: el Chanquete junto a Lola, su mujer, en el que la venta de sardinas se
combina sin rubor con la venta de droga hasta que encuentra lo que él considera
que va a ser el negocio de su vida: la venta de unos terrenos en primera línea
de playa que, por supuesto, no son suyos pero que le reportan unos 400 millones
de pesetas.
Toda la vida de Rafael la va
narrando Alba mientras conocemos su propia historia, su vida en Madrid junto a
Dani, su novio, sus reticencias a la maternidad, la precariedad laboral y
económica, sus traslados en diversos pisos, su trabajo en una oficina, su ilusión
por trabajar como guionista en cine o televisión. Alba representa una sociedad
y Rafael otra distinta. Dos personajes potentes, bien construidos y sólidos. La
narración, del presente al pasado es una mirada crítica a esa España de la
especulación, del dinero fácil, de la inmoralidad, de los pufos políticos, del
machismo gracioso “no me gusta que a los toros vayas con minifalda” que no
parece haber cambiado mucho.
Rafael es el prototipo de la picaresca
española en unos momentos tan cambiantes de nuestra sociedad. Hacerse rico a
toda costa, como sea, con los negocios que surjan aunque ellos te conduzcan a
la cárcel, a la huida, a Utrecht. Rafael mujeriego, juerguista, amigo de sus
amigos. Optimista irredento, confiado siempre en que hay un negocio esperando que va a salir bien.
El holandés, que se convirtió en
una obsesión tanto para Elisa Ferrer como para Alba, es una novela redonda, una
narración fluida e intensa que te lleva en un suspiro hasta el final.
Y no cuento más. Léanla, y sabrán
más de Rafael, de Lola, y del resto de personajes que circulan por el mundo de
Benidorm y de Utrecht.
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