Todo tan
fugaz, de Ernesto Calabuig, completa una trilogía que nació con La playa
y el tiempo en 2020 y Frágiles humanos en 2021.
Los relatos y sus protagonistas:
en muchos de ellos un profesor de filosofía, casualmente, se mueven por
distintos espacios, distintas ciudades —Valencia, entre ellas, recordando el
lugar de origen familiar — espacios grandes o pequeños, ciudades o pueblos,
aulas u hoteles.
La fugacidad de la vida es el
tema que envuelve todos y cada uno de los relatos. La vida que parece tan larga
se escapa con más rapidez de la que quisiéramos. Somos conscientes cuando
queremos atrapar el pasado, cuando queremos hablar con alguien que ya se ha ido,
cuando deseamos de recuperar el amor y el tiempo perdido.
En los relatos también transitamos
a través de la percepción que la edad, el estado de ánimo o el momento personal
impregna nuestra visión de lo que nos rodea. La importancia de la amistad como terreno
sólido donde asentar la vida, los recuerdos que se van disipando en la memoria
sin remedio con el paso del tiempo. Ese mismo paso que se manifiesta
en los padres, en las personas mayores porque lo cierto es que, como dice el
escritor, no hay tiempo más inclemente que el propio tiempo humano.
La soledad es otro de los temas
de los relatos, esa soledad no siempre deseada que afecta a todos los seres humanos
con independencia de su clase social. “La misma soledad, la que nos aqueja y
entristece, universal, implacable, demencial, por igual extendida y repartida
sobre los humildes mortales”
Nos habla de ese tiempo que
sufrimos todos: los meses interminables del confinamiento, cuando parece que
nos clausuraron el mundo y esa memoria que se empeña en restaurarlo de nuevo en
un reencuentro con la vida.
Nos habla también de la desorientación y la manera en que resolvemos nuestra vida. Según explica el escritor que decía Ortega: “lo propio del ser humano es la desorientación, sentirse perdido” Hacerse adulto y olvidar. Sentir la inestabilidad bajo nuestros pies, la sensación de que todo se nos escapa, de la rapidez de los momentos y la imposibilidad de apresarlos en la memoria.
“He olvidado la vida.
Los recuerdos, todos juntos, serían a lo sumo unas horas” como dijo Joan
Margarit.
La fugacidad del éxito y la
sabiduría para rehacer la vida en un relato sobre la atleta Katrin Krabbe. Para
los amantes del atletismo.
Veintidós relatos reflexivos, sin
estridencias sobre la vida cotidiana, sobre personas reales, sobre sentimientos
afines, momentos, escenas, fotografías, familia, padres o nostalgia.
A esta lectora que va cumpliendo
años, hay una frase que le ha quedado grabada: “La vida es, con la edad, un
patio que da al norte” Joan Margarit.
Se agradece en estos tiempos y
casi diría que en cualquiera, leer unos relatos que combinan la reflexión, la evocación y la
buena literatura. Todo un placer de lectura.
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