Robert y los Catapila es un
relato largo escrito por el escritor de Costa de Marfil, Venance Konan.
En algún momento que no se
recuerda con exactitud, un hombre delgadísimo, llegó al pueblo de Robert en
busca de una tierra mejor que la suya. Robert le dio un trozo de bosque que
había heredado de sus padres. De esa tierra, Robert y los suyos obtenían todo
lo necesario para vivir sin necesidad de mucho esfuerzo. Poco después, ese
hombre, el amigo de Robert se fue y regresó con uno de sus hermanos pequeños. Los
recién llegados trabajaron y talaron los bosques como jamás se había hecho en
el pueblo. El asombro fue tan mayúsculo que los compararon con las máquinas
Caterpillars. Apodo que se fue alterando por la difícil pronunciación hasta
convertirse en Catapila.
De modo que los Catapila que
habían llegado en busca de una tierra mejor, que aceptan la generosidad de
Robert y de su pueblo, poco a poco se van alejando de ellos, dejándoles ver que
prima su individualidad, sus propias costumbres y demostrándoles escaso interés en
adaptarse a las ajenas.
Por un lado, Robert huye del trabajo, vive pidiendo
dinero a todo el mundo, incluido Catapila y cuando lo tiene lo gasta con una generosidad que a los
Catapila les sorprende. Ellos, por el contrario, son previsores y trabajadores,
apenas descansan un día a la semana, día que aprovechan para ir al mercado a
vender su productos, hasta el punto de que todo el pueblo de Robert y
parte de otros viven de los que los Catapila producen y les venden.
Las relaciones se enturbian hasta
llegar casi a una solución drástica entre los Catapila y los habitantes del
pueblo de Robert. Surgen las envidias, los recelos, la impresión de estar
siendo invadidos. Surge la manipulación y la xenofobia, un sentimiento que nos
parece imposible que suceda en otro lugar que no sea Europa o Estados Unidos.
Poco a poco, empezamos a creer que los Catapila, eran, efectivamente,
maleducados, insolentes, irrespetuosos, desagradecidos, ladrones, sucios,
invasores, en resumidas cuentas, insoportables. Y la idea de echarlos empezó a
rondarnos la cabeza.
—Si los expulsamos, ¿quién se quedará con las plantaciones? Ya no
tendremos que molestarnos en desbrozar, talar árboles ni plantar. Ya lo han
hecho ellos todo. Nosotros no tendremos más que recolectar — nos repetía a
diario Robert para animarnos.
El relato es como una metáfora
entre la holgazanería y el trabajo. Una historia que aparenta ser humorística
hasta que la lectura te indica que tiene una gran profundidad, sin ánimo moralizante, sin ningún tipo de juicio, aunque es
inevitable la sonrisa.
Cada vez que pensaba en él, tragaba saliva como haría un musulmán en
cuaresma viendo pasar por delante de sus narices un plato de arroz con salsa de
cacahuetes.
Un relato reflexivo e inteligente sobre el
comportamiento humano, muy parecido en cualquier parte del mundo. Y una joya de la literatura africana.
Venance Konan nació en 1958 en Costa de Marfil. Se doctoró en Derecho por la Universida de Niza y regresó a su país para entregarse al periodismo, su pasión desde que iba al colegio. En 1993 obtuvo el premio al mejor periodista de investigación de Costa de Marfil por una serie de reportajes sobre la guerra en Liberia y la droga en su país. Entre los años 2002 y 2006 fue el responsable de grandes reportajes en Fraternité Matin y, más tarde, corresponsal en Afrique Magazine. Desde abril de 2011, es redactor jefe del grupo Fraternité Matin.
Compagina periodismo y narrativa, faceta en la que también ha cosechado éxito de público y crítica. En el año 2003 lanzó su primera novela, Les prisonniers de la haine, y en 2012 ganó el Gran Premio Literario de África Negra con Edem Kodjo, un homme un destin. El relato Robert y los Catapila (2013) es su primera obra publicada en español.
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