“Los chicos tuertos” es la primera novela de Rocío Lardinois,
ganadora del Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones y publicada por Alianza editorial.
No hay mejor manera para comenzar una carrera literaria.
La novela se desarrolla en El Cairo durante las
manifestaciones de la primavera árabe entre los años 2011 y 2013, acontecimientos
que vivimos a través de las noticias con la lejanía del desconocimiento de las raíces de las revueltas.
La historia está contada por dos personajes, dos
puntos de vista que confluyen para narrar lo vivido en aquella época turbulenta
tras el derrocamiento el régimen de Mubarak. Uno de los personajes es Alí, un
joven estudiante de música, violinista que aspira, como tantos otros, a que se
produzca un cambio en Egipto, un cambio que suponga libertad, la que no han
tenido a lo largo de los diferentes gobiernos.
El otro personaje es el Profesor, un hombre
mayor, culto y un tanto misterioso. Sus dos vidas coincidirán en el momento en
que Alí, un chico tuerto, es perseguido por la policía después de haber pintado
unos grafitis en contra del General y se iniciará una amistad intensa y
necesaria para ambos.
El Cairo es en ese momento de la historia una
ciudad llena de peligros constantes, los jóvenes se manifiestan, la policía los
persigue, los acecha, les dispara bolas de goma, los asesina o los deja
tuertos. La esperanza que había tras la caída de Mubarak se va marchitando. Ese
sentimiento se percibe más en la gente mayor que empieza añorar el pasado
aunque fuera peor, en contra de la opinión de los jóvenes a los que empiezan a temer y a odiar.
El Profesor es un viejo, cuya vida iremos conociendo
a través de su propio relato, que tenía los mismos sueños que Alí, que cualquier
otro joven y ahora es un hombre solitario que hace fotografías. Un hombre que está en la última fase de su vida. La conexión con Alí le hará
revivir y volver a sentir aquellos sueños y tratar de compensar con su ayuda algo
turbio de su pasado.
La novela, llena de los detalles de la vida
cotidiana, de los olores, los sonidos y la gente te traslada como en una
película a las calles de El Cairo. La autora evita los tópicos de una ciudad
para hablarnos desde su propio conocimiento y su experiencia.
Hay mucha simbología en sus páginas: El peligro
de los libros, el papel del librero, el miedo a que las lecturas contaminen la
mente de los jóvenes. Los grafitis, los ángeles pintados en las calles, un
ejército de sombras de los que ya no están, que fueron asesinados por la
policía durante las manifestaciones. El cierre sonoro de las ventanas y las
persianas de los comercios antes del toque de queda, las conversaciones en voz
baja para evitar delaciones.
Es una historia humana, una historia de lucha, de
resurrección, de solidaridad. Original, escrita con un lenguaje depurado que te
mantiene en tensión por conocer el desenlace de la vida de los dos
protagonistas, de la revolución, de la esperanza de los jóvenes y de Egipto.
Una novela excelente.