El tema de una novela o de un
cuento surge, en muchas ocasiones, de manera natural, espontánea. Como comentó
Marian Torrejón durante la presentación de su nueva novela — Brillo de Asfalto,
publicada por Fórcola Ediciones — surgió para esta novela al preguntarse qué hay detrás
de una persona que malvive en un banco de un parque, duerme entre cuatro
cartones o en el portal de un edificio.
No desvelo nada, puesto que viene
en la contraportada del libro, que esta magnífica historia comienza con el
atropello de una de estas personas, de un vagabundo alcohólico, surgido de la
oscuridad en medio del brillo del asfalto de una gran ciudad.
Este hecho sirve para construir,
no solo la vida de Aurelio Ramos, el vagabundo, sino la historia de una época,
la nuestra, la más reciente. Una época en la que mucha gente moría de éxito, se
enriquecía de manera rápida, especulaba, vivía, como nos han reprochado tantas
veces, por encima de sus posibilidades, hasta que una crisis no reconocida
públicamente le arrebataba lo que tenía cogido con alfileres.
Este caso concreto es de Serafín
Orduña, el protagonista de esta cruda novela. Dos personajes, él y el
vagabundo, que descienden al infierno de la bebida, del desprestigio, de la
ruina económica y personal.
La novela está estructurada en
pequeños capítulos, escritos unos en primera persona cuando se trata de la vida
actual de Serafín, su obsesión por averiguar a quién ha matado, quién era esa
persona, qué había detrás de su vida para llegar a la situación que lo llevó a
la tumba. Y su descubrimiento de que la existencia es mucho más de lo que hasta ahora consideraba como incuestionable.
"Acercarte a la vida que tu víctima se ha dejado en el asfalto tampoco te exime de la culpa"
Y mediante un narrador observador
que se limita a contar la vida del protagonista, tomando distancia, sin
identificarse con él, ni con Carmen, su mujer, toda su vida anterior: su
infancia, sus amigos, las mujeres de las que se enamora, sus inicios como
empresario de la cadena Sebarit, sus viajes, su vida lujosa y sus posteriores problemas
con su mujer. Un narrador que no empatiza con ninguno de ellos para contar con
crudeza, con salpicaduras de humor negro, su situación diaria.
La novela trata el desapego, la
precariedad, la desafección de los seres humanos hacia el resto. La crueldad de
los bancos, de los usureros, de la sociedad en general con aquellos que han
caído en desgracia.
Mediante una estructura circular,
con una excelente y ágil narración, creo que la mejor hasta ahora de Marian
Torrejón, con unos personajes construidos con maestría, tanto los principales como los secundarios llegamos al final de la
novela, completamente exhaustos y noqueados.
No digo nada más para no desvelar
la historia.
Lo que está claro es que no hacen
falta muchas páginas para contar una buena historia ni para demostrar que se
sabe escribir muy bien. En este caso, tan solo 148.
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