Y olvidamos porque es preciso.
Cita importante para la lectura.
Desde el principio de la novela, Maggie O'Farrell te introduce en la historia, en el mismo escenario donde vamos a conocer
a Lexie, una de las dos protagonistas. Hay un narrador omnisciente, preciso
durante toda la narración, como si una cámara de cine estuviera en constante
seguimiento de sus vidas, recreándose en los mínimos detalles, como si viéramos
las escenas a través de sus propios ojos.
Las dos protagonistas: Lexie y
Elina viven en dos décadas distintas aunque iremos comprobando que sus vidas están
entrelazadas.
Lexie, una chica que se escapa de
su hogar en un pueblo de Irlanda del Norte y se afinca en Londres en los años
cincuenta. En la otra década, posterior, está Elina, una artista finlandesa
afincada también en Londres y que acaba de tener un niño después de un parto
muy complicado. Tras él, Elina se encuentra en un estado de extrañeza y desubicación
completo sin llegar a encontrar su lugar en ese mundo nuevo, con un niño al que
parece no reconocer como hijo suyo.
Las dos historias, la de Lexie
buscando su sitio en Londres, construyendo su nueva vida y la de Elina tratando
de mantenerse después de una recuperación lenta se van solapando a través de
las páginas. Lexie con su libertad de acción, Elina, todo lo contrario, sometida
a los dictados de un bebé, sin poder pintar e intentando conciliar la maternidad,
el matrimonio, la comunicación con Ted, su marido, y todo el caos doméstico que supone la llegada de un bebé.
Pero, poco a poco, la historia va
centrándose en Ted. La paternidad le descubre
imágenes extrañas en su cerebro. Imágenes que son como destellos que
desaparecen y no consigue saber ni de dónde provienen ni a qué se deben.
Parecen recuerdos de su propia infancia producto, sin duda, de su nueva
paternidad como si todos los nuevos sentimientos hubieran removido algo en su interior.
A lo largo de la novela se deduce
claramente que hay un importante nexo entre ambas historias: Elina tiene un
bebé y Lexie, cuando le corresponde, también se convierte en madre, aunque hay
que esperar un poco a que se desvele. A partir de ese momento, todo resulta
comprensible.
Maggie O’Farrell analiza a la perfección
los sentimientos que la maternidad descubre. La complejidad que supone y que
nunca solemos tener en cuenta porque nos parece lo más natural traer un ser humano a este mundo. El
lazo indisoluble de la madre con el bebé. Como dice Lexie, es como un ovillo
permanente que se va estirando durante el día, cuando madre y bebé se separan,
y se va recogiendo con impaciencia cuando ambos se reencuentran.
La maestría de la autora para
conectar ambos mundos es extraordinaria.
Sí que hay un momento, casi en el
último cuarto de la novela, que la narración se ralentiza. En otros, sin
embargo, en los párrafos relativos al hijo de Lexie que se acelera. En ese
aspecto, es algo irregular.
Por lo demás, no es una novela
para devorar, ni de las que te dan puñetazos. Es una novela conmovedora,
delicada, llena de descripciones precisas sobre los personajes, sus miedos, sus contradicciones y sus deseos.
Me deja interesada tu reseña. No ahora, pero la leeré.
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