sábado, 19 de enero de 2019

LAS PEQUEÑAS COSAS - Paola Tena

Las pequeñas cosas es el primer libro de Paola Tena, aunque algunos de sus microrrelatos ya forman parte de diversas antologías.

Los microrrelatos de Paola Tena tienen el gusto de un buen guiso. Una mezcla de sabores que no empalagan. Un poquito de picante, una pizca de dulce, un átomo de acidez. He leído el libro como creo que se deben leer los microrrelatos: con pausa. Desbrozando las historias, entrando en ellas.

Esa costumbre de leerlos todos de un tirón no es la más acertada para este tipo de escritura. Se pierden muchas esencias.

En el libro se conjugan historias de amor, historias oníricas, deconstrucción de mitos, realismo mágico al más puro estilo latinoamericano, cuentos con acento mexicano, asuntos maravillosos que pueden ocurrir en cualquier día. Pequeñas cosas cotidianas que se convierten en sorprendentes. Objetos con vida propia. Humor negro. Sirenas que crecen en macetas.
Todo un mundo en las manos de Paola Tena.


Un matrimonio cualquiera

A él no le gusta fumar, pero fuma, porque fumando recuerda a su verdadero y secreto amor. Y a ella le gustaría fumar, pero no fuma. Por lo mismo.

Negro

“Tienes los ojos de tu abuelo”, me dijo coqueta. ¿Cómo se habrá enterado de que los escondo en un frasquito debajo de mi cama?

Del armario saca la camisa blanca de los lunes, la coge violentamente por el cuello y aprieta y aprieta hasta que se desvanece lívida sobre la alfombra, tan vacía…

El clavadista

El clavadista, muy erguido dentro de su bañador a rayas, hace un saludo militar, se ajusta las gafas y salta desde el trampolín situado a mil doscientos cincuenta metros de altura cayendo en picada con la cabeza por delante y los brazos pegados al cuerpo. Entra limpiamente en el agua contenida en un dedal. El público aplaude frenético, incluso los espectadores de las tres primeras filas, completamente empapados.

Hija única

Mi madre decidió que yo sería hija única. Sin hermanos, y con gran dificultad para relacionarme con otros, un día inventé a mi amigo imaginario. Solo con pensar en él podía traerlo a mi lado y olvidar por un tiempo la soledad en que vivía. Algo parecido a lo que le pasó a mi madre cuando se enteró de que no podía tener hijos.




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