Roberto Morrison, más conocido como el Rober, un tipo odioso, aunque envidiado porque siempre lleva colgando del brazo a las tías más buenas del barrio, decide morirse por sí mismo, sin tener en cuenta que muchos de los que lo conocían hubieran querido cargárselo.
Antes de morir, deja un mensaje: Dale el paquete a Iona. Junto a sus últimas palabras, una llave.
El Rober, cuando estaba vivo, era escocés. Cuando se le acabó la pasta recaló en “el barrio” un local, antigua tienda de ultramarinos, donde conviven unos cuantos okupas que han elegido vivir con un pie dentro y otro fuera de la sociedad. Personajes marginales con vidas destruidas.
Entre estos okupas está el Rata, amigo del Rober. Y el Pachi y Lázaro que es quien van contando la historia del tránsito del Rober.
La novela, a través de estas voces, nos va ir llevando de un lugar a otro, a cual más cutre, hasta poder descubrir qué se esconde detrás de esa llave que ha de llegar a manos de Iona, hermana del Rober, por más señas. Y qué es lo que se esconde también detrás de la persona que ellos han conocido: el Rober.
Hay sueños rotos:
“Lo que hemos perdido es el derecho a soñar, Pachi, y eso jode”
Sueños inalcanzables. En la que los protagonistas, en el otro lado de la sociedad, observan las diferencias entre unos y otros.
“No creo en la suerte. Solo somos más gilipollas. Ellos tienen sueños para toda la vida, nosotros jodimos los nuestro, nos bebimos la ración”
Hay amistad.
“Vamos a inventarnos un sueño nuevo, Pachi”
Hay ternura y hay poesía.
Hay vida en la marginalidad.
“Nadie pregunta de qué nos morimos los que vivimos en el margen”
Una novela corta muy interesante, amena, divertida en algunas ocasiones, cuando la situación parece que se desborda por los márgenes.
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